Es la política de estado, estúpido
Sólo con voluntad y buenas vibras no llegan los resultados. Hay una palabrita mágica dentro de las muchas que hay en la carrera de un deportista profesional: acompañamiento. Una de las herramientas fundamentales para hacer de un resultado un proyecto y una base sólida con el correr de los años. ¿Qué pasa con ese concepto en nuestro país?
A un deportista se lo puede acompañar desde muchas perspectivas. Como familiar, como amigo, como pareja, como dirigente, como compañero, como entrenador, como político, como aficionado y demás. Todas esas facetas son más o menos importantes y se relacionan constantemente. Un deportista al que aman su pareja y amigos pero que no tiene el más mínimo financiamiento del estado casi que no garantizará una base de éxito, lo mismo sucederá con otro deportista al que sí logren apoyar económicamente, pero tenga demasiados problemas en su vida personal y falta de acompañamientos afectivos.
Las políticas de estado son un sinónimo de acompañamiento,
pero ¿Qué es una política de estado? La recopilación de información en internet
lleva a que la definamos de la siguiente manera: “Se utiliza el concepto de
política de estado para referirse a los principios fundamentales que deben
servir como guía para el gobierno de una nación. Las políticas de estado no
deberían asociarse a un gobierno concreto o una ideología (…) dándole
exclusividad absoluta a todos aquellos asuntos que se consideran claves para
defender los intereses generales de una nación.”
La noticia más reciente la dieron varios deportistas
olímpicos argentinos que denunciaron la falta de acompañamiento por parte
del estado argentino, aspecto que, si bien es verdad, no es sólo reciente de
los últimos años. Por ejemplo, las nadadoras argentinas Delfina Pignatello,
Virginia Bardach y Julia Sebastián se refirieron como “nefastas” a las
instalaciones en las que prepararon sus recientes JJOO, declaraciones que junto
a muchas otras más causaron gran impacto porque pusieron en evidencia las
terribles fallas de la estructura del deporte nacional.
Otro caso también fue el del judoca tucumano Emanuel
Lucenti quién con pena y rabia entre sus palabras expresó: “Que habría pasado
si hubiese tenido un poquito más de apoyo, un campo de entrenamiento. Creo que
soy una figura calificada en el deporte argentino, lo he demostrado más allá de
lo de hoy. Perdí todos los apoyos, solo la provincia de Tucumán continuo de
manera fiel. Ni el ENARD, ni el Comité Olímpico, ni la Secretaría me dieron
cuando me lesione. Me tocó vender todo y tuve la suerte que mi familia y la de
mi esposa me prestaron dinero para poder seguir. Espero que los que vengan de
abajo no tengan pasar lo mismo que yo, tuve que vender mi auto, dormir en un
aeropuerto”.
Lamentablemente la problemática político-financiera en el
deporte pasó, como muchos otros temas (pobreza, narcotráfico, corrupción), de
ser un problema coyuntural a uno estructural.
En una interesante nota en el medio Página 12 se desarmó en
un solo párrafo el meollo del problema que este artículo intenta plantear
sobre la mesa: “Las críticas llegan por la ausencia de acompañamiento en la
preparación, la disparidad de recursos invertidos por el ENARD (Ente Nacional
de Alto Rendimiento De1portivo) en los distintos deportes, identificando al Hockey
como el mayor beneficiado; la diferencia en las rutas de los vuelos o las
categorías en los asientos de quienes tienen más fama pero no mejores
resultados; la influencia de las internas dirigenciales y políticas que se
traducen en el apoyo que reciben las Federaciones que son más amigas del
Ministro de Turismo y Deportes, Matías Lammens, y del Presidente del ENARD y
del COA (Comité Olímpico Argentino), Gerardo Werthein, contra aquellas que
interlocutan más con la Secretaria de Deportes de la Nación Inés Arrondo; y así
un sinfín de cuestiones que lejos de poder pensar en su objetivo deportivo,
dedican tiempo a resolver cuestiones que le son ajenas y son responsabilidad de
las autoridades deportivas.”
De los últimos meses podemos nombrar muchos sucesos que
dejan repensando el actuar de algunos dirigentes argentinos. Por ejemplo, nuestras
delegaciones de diferentes deportes varadas en distintos puntos del mundo, un
presidente de la nación que no se acercó a despedir a los atletas que partieron
hacia Japón, medallistas que no se les permitió volver al país por las
restricciones sanitarias, atletas que tuvieron prohibido entrenar durante
muchísimos meses de la cuarentena impuesta en el año 2020 y demás.
Del 2019 para atrás también podemos nombrar: el cambio en
la reglamentación del financiamiento del ENARD (Ente Nacional de Alto
Rendimiento Deportivo) quién paso de financiarse a través del impuesto del 1% de
todas las líneas telefónicas del país a depender de lo que le otorgue el tesoro
nacional, es decir del poder de turno, aspecto que deja muy perjudicado el
financiamiento del deporte a pura voluntad de los políticos de turno. También
el intento de trasladar de un lugar a otro al CENARD (Centro Nacional de Alto
Rendimiento Deportivo) conocido por muchos como la casa del deporte argentino y
donde se entrenaron casi todos los que hoy vemos por TV.
A pesar de lo nombrado y millones de falencias más que por
olvido u omisión no están en esta nota, los deportistas argentinos suelen caracterizarse
por pelear siempre mano a mano en los mejores escalones de la élite mundial.
¿Cómo se explica eso? ¿Si hay resultados no significa que las cosas se están
haciendo bien? Bueno, no.
Al rol del estado en Argentina lo suelen suplir bien y
ampliamente los clubes y las familias. Al hablar de esto si o sí hay que
recomendar la lectura del informe “El origen de los clubes en laArgentina y el rol del Estado frente a las entidades deportivas”
realizado para el Foro Social ‘Las entidades deportivas en manos de sus socios’.
Y para entender ese rol suplido se puede explicar este
fenómeno analizando los orígenes de la personalidad del pueblo argentino, quien
en un principio se tuvo que forjar como rebelde, valiente y auto suficiente
para poder independizarse del reino de España. Años más tarde las mismas
características destacaron a los inmigrantes que llegaron solo con lo puesto a
nuestras tierras y formaron empresas, familias y demás. El nunca darse por
vencido, el pelear desde abajo, el imponerse a los durísimos obstáculos es
parte del ADN fundamental del argentino. Pero ojo, ojo acá. Al describir esta
situación siempre están los mal intencionados que, para no arreglar los
problemas antes nombrados, eligen “romantizar la pobreza” y hacer creer que
todo el pueblo argentino está condenado a eso, a siempre tener que pelearla
porque de esa manera toda satisfacción vale el doble y porque así “es su
espíritu”. Y no. Vale doble, sí. Todo costó mucho pero no hay que acostumbrarse
a que lo malo, lo des organizado, lo des financiado, sea la regla como supuesto
“eje para la motivación”. Por ejemplo, si un atleta vendió su auto para poder
pagarse un viaje no es algo ejemplar y de motivación, es algo que tiene que
cambiar para que ningún otro que venga detrás de él tenga que hacer lo mismo.
Lejos de proponer una solución, todos estos renglones
intentan dejar un poco más en claro el panorama del deporte argentino. Mientras
sigan buscando las recetas mágicas o simplistas para obtener resultados se
perderá el tiempo sin entender que el motor más importante de cambio en un país
es la política de estado, estúpido.
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