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Argentina y el éxito: Una picadora de carne

Alguna vez en este país han tildado a Lionel Messi de fracasado, imaginemos entonces, que de ahí para abajo no se salva nadie.

Pocos cuentan el lado b del exitismo. Medallas, premios, elogios, fotos, aplausos todo lo lindo que vemos cuando un deportista se consagra en una competencia, pero ¿Qué pasa cuando vuelve a su casa? ¿Cuándo no salen las cosas como esperaban? ¿Cuándo no tiene ganas de levantarse para ir a entrenar? ¿Cuándo el resultado, las marcas o dinero ya no garantizan la felicidad? ¿Cuándo los comentarios negativos de otros afectan más de lo esperado?

Hace unos días la nadadora olímpica de tan solo 22 años, Delfina Pignatello anunció su retiro del ámbito profesional. Su historia se suma a la de tantos otros deportistas argentinos e internacionales que a temprana, mediana o larga edad no aguantaron lo que el mundo y la sociedad actual demandan, achacan y presionan (generalmente sentados bien tranquilitos en el sillón de su casa).

El 25 de diciembre en un post en su Instagram, Pignatello entre varias frases escribió: “(…) Cumplí mi sueño y competí en un juego olímpico, en medio de una pandemia. Toqué fondo y conocí gente increíble que me dio la mano. Me volví a enamorar de la vida, entendí la importancia de la salud mental y redescubrí el significado del ‘éxito’(…)”

En otro caso reciente pero diferente, el futbolista Nacho Scocco, con una carrera consagratoria, cuando se retiró declaró algo muy similar: “(…) El tema de la presión, la ansiedad, el hincha depende de un gol o triunfo para que la semana sea feliz para ellos. Yo ya no me sentía cómodo con eso y sentía que no le podía dar eso a la gente”

Uno de los mejores jugadores de futbol en la historia de la humanidad, Lionel Andrés Messi, dejó la selección porque salió sub campeón del mundo y dos veces sub campeón de américa, como si eso fuera un desmedro para quien lo logra.

David Nalbandian, ex tenista número 3 del mundo, fue acusado de pecho frío por salir varias veces sub campeón del mundo en la mítica “Copa Davis”.

El mejor nadadador de todos los tiempos, ganador de 23 medallas de oro olímpicas, Michael Phelps, escribió tiempo atrás una carta abierta al mundo donde explica que su lucha contra sus “demonios mentales” es cada vez más difícil ya que no puede entrenar como lo hacía antes y eso a comenzado a reprimir sus emociones. Cito una entrevista suya: “Hay momentos en los que me siento absolutamente inútil, donde me apago por completo pero tengo esta ira burbujeante que está por las nubes. Si soy honesto, más de una vez grité en voz alta: ‘Ojalá no fuera yo’. A veces hay una sensación abrumadora de que no puedo soportarlo más. Ya no quiero ser yo”

Quienes no componen su circulo íntimo, habrán pensado más de una vez “¿Cómo un tipo que rompió todos los récords, que tiene fans por todo el mundo, que es la cara visible de una de las marcas más importantes del mundo, que ha ganado demasiado dinero, que se cansó de ganar medallas, que viajó por todo el mundo, puede no ser feliz y no querer ser él de a ratos?” Es ahí donde justamente, radica el error de ese pensamiento. Marcelo Bielsa supo decir una vez que éxito y felicidad no funcionan como sinónimos. -Hay gente exitosa que no es feliz y hay gente feliz que no necesita del éxito para serlo, y la obligación que tiene todo ser humano es rentabilizar sus opciones para ser feliz. Nosotros deberíamos aclararle a la mayoría que el éxito es una excepción, no un continuo. Los seres humanos de vez en cuando triunfan pero habitualmente desarrollan, combaten, se esfuerzan y ganan de vez en cuando, muy de vez en cuando-.

Retomando con el disparador inicial de esta nota, el caso de delfina refleja la perdida de otra promesa del deporte más. Por suerte y por ella misma, se salvó (mentalmente) antes de que fuera muy tarde, a diferencia de otros deportistas donde ya era tarde para todo. Algunas entrevistas, notas de color como ésta y demás inundaron las redes al enterarse de su decisión pero el tren sigue y seguirá. Un ratito como sociedad conectamos y reflexionamos sobre la situación y después pasa. Nos enteramos cada vez más de casos en donde la salud mental está en niveles críticos y nadie hace nada. Ni la prensa, ni los dirigentes, ni los entrenadores, ni las familias, ni los clubes, ni nadie. Nos vamos a olvidar de delfina, nos vamos a olvidar de quienes le decían fracasado a Messi siempre y cuando sigamos así, sin tomar cartas en el asunto.

Para cerrar estas palabras, dejo a continuación unas palabras escritas por el golfista profesional Hernán Rey a las cuales adhiero al 100%:

“Se retiró Delfina. Una de las grandes promesas de nuestro deporte. 22 años. Donde quedaron sus sueños y que tan mal la estaba pasando solo ella lo sabe. Lo que si sé, es que ese día en Tokio algo anticipé. Por regulaciones estrictas de Covid y mi trabajo con el equipo Paraguayo no pude ver a ningún atleta argentino competir. Pero ella fue la excepción. Me escapé. Logré entrar, y jamás olvidaré lo que viví. La parte del alto rendimiento que no se ve. Las fotos que no aparecen. Quedó última por mucho. Se sentó sola al costado de la piscina y allí quedó durante un largo rato. Recuerdo la charla de su entrenador tratando de levantarla. Decía todo lo correcto. Pero ya era tarde. Pensé en ella, no en la nadadora ni la atleta olímpica. Pensé en Delfina. Que este retiro no se lea como alguien que no tiene lo que hace falta. No es alguien que sale del barro por falta de corazón. Le sobra. Delfina no es feliz en este proceso. Y así es imposible.Tengo casos como este cada año. Motivos? Las presiones que sienten de la prensa, los críticos o los padres que obsesionan con tener un campeón. Cuando lo mencionado es desmedido el proceso agobia. Al punto del retiro. Lo viví como coach, nada da más bronca. Hasta cuando? De que sirve el éxito deportivo si se termina pagando con la felicidad personal? Es eso realmente ser exitoso? En mi libro no lo es. Lo escribió André Agassi. Lo explicó Simone Biles al retirarse durante los Juegos. Sucede más de lo que creen, grandes talentos arruinados por exigencias, objetivos desmedidos, perspectivas desbalanceadas. No vale la pena. Perseguir sueños deportivos lleva mucho trabajo, una obsesión con los procesos eficientes. Pero el camino se debe disfrutar. No dejar nunca de ser niño. Debe haber una perspectiva optimista y sentido de gratitud durante. Más importante, entender que el deporte es lo que hago y no quien soy. Saber que soy más que mi resultado. La persona primero, el deportista después. Cuando este orden se invierte, la felicidad desaparece. Primero ser feliz, después ganar copas. Uno ayuda a lo otro. Ojalá lo aprendamos pronto. Gracias @delfipignatiello por dejar todo. Ojalá nades y vivas tu futuro en felicidad infinita”

“El camino de la montaña, como el de la vida, no se recorre con las piernas, sino con el corazón.”


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